A ti por ser mi coach te permito algunos privilegios, detalles que a otras personas jamás se me ocurriría mostrar, momentos con quien nadie más compartiría, experiencias únicas, algunos de mis secretos más profundos.
A ti por ser mi coach te permito conocerme, te muestro mis fortalezas, y sobre todo, mis debilidades. Mis miedos, mis temores, todo aquello que me frustra.
A ti por ser mi coach te permito la risa, la mofa, el insulto fácil, ese que solo permito a mis mejores amigos, todo eso que solo unos pocos privilegiados pueden escupir conmigo.
A ti por ser mi coach te permito que me grites, sí, que me grites cuando sabes que lo necesito, porque lo sabes. Cuando ese aliento es el único empujón que me falta para lograr mi objetivo o para acercarme un poquito más a él.
A ti por ser mi coach te brindo una sonrisa cuando detectas mi punto débil pero reconoces mi esfuerzo, porque solo tú conoces el límite entre mi derrota y mi éxito.
A ti por ser mi coach te muestro lo mejor y lo peor de mí, no te oculto nada, no me escondo, no me avergüenzo por no saber lo que aún no sé.
A ti por ser mi coach te agradezco todo cuanto me has enseñado, porque gracias a tu tiempo y tu paciencia hoy puedo decir que soy atleta, que soy fuerte, que aguanto, que no me vengo abajo a primera de cambio.
Porque gracias a ti, hoy soy mucho de lo que soy.
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